Hay una historia que solía contar mi abuelo, sobre un mariachi que tocaba en la calle de Hidalgo en la CDMX. Era un hombre joven, lleno de vida y amor por su música.
Un día, mientras tocaba para un grupo de personas, de repente, una niña se le apareció frente a él. Era una niña pequeña y pálida, con un vestido blanco y una sonrisa dulce en su rostro. El mariachi continuó tocando, pero la niña no se alejaba de él.
Al día siguiente, el mariachi se enteró de que una niña había fallecido en la calle de Hidalgo esa noche, y que coincidía con la descripción de la niña que se le había aparecido.
A partir de ese momento, la historia del mariachi y la niña muerta se convirtió en una leyenda en la CDMX. Muchas personas decían que, aún hoy, si escuchas la música de un mariachi en la calle de Hidalgo, puedes ver a la niña bailando con él.
Mi abuelo solía decir que la música y el amor son más fuertes que la muerte, y que la niña había encontrado su descanso en la música del mariachi. La historia es conocida por muchas personas en la CDMX, y aún hoy sigue siendo contada de generación en generación.
