Ah, esto me da mucha pena

Estábamos en el parque, en el centro de San Cristóbal, justo frente al Palacio Municipal,  con la plaza llena de gente que esperaba nuestra música.

Era una tarde perfecta, de esas en las que el sonido retumba bonito y uno se siente orgulloso de ser mariachi.

Estábamos listos para ponerle ambiente al lugar y hacer que cada nota llegara hasta las casas cercanas. Todo iba de maravilla hasta que, a media canción de “El Son de la Negra”, sentí algo extraño en mi cintura. Sin perder la compostura, traté de seguir tocando, pero cuando miré de reojo hacia abajo… ¡ahí estaba! Mi cinturón había decidido independizarse y, con él, mis pantalones empezaban a bajar lentamente.

¿Te ha pasado?

Traté de disimular, moviéndome de lado como si fuera parte del show, pero un niño en el público le valió queso: “¡Se le está bajando el pantalón!” gritó, y con eso, las carcajadas se estallaron.

Entre risas y aplausos, hice lo posible por mantener la dignidad… y los pantalones.

Seguía tocando, mientras un compañero intentaba ayudarme sin dejar de reírse también. Al final, no tuve más remedio que hacer una retirada rápida para acomodarme bien.

Los aplausos se escucharon más fuerte cuando regresaron, y todos, desde el más chico hasta el más grande, seguían riendo.

Esa tarde, en lugar de solo música, regalamos un buen rato de alegría y carcajadas.

Así somos los mariachis en San Cristóbal: siempre listos para hacerte vivir algo único, ya sea con nuestra música o, como ese día, con un poco de humor involuntario. Pero siempre adelante amigos.